Llegar a viejo

Hace tiempo, me doy cuenta de algo que a mucha gente le pasa desapercibido, por vivirlo como algo natural y por lo tanto normal (nada peor para algunas situaciones que considerarlas normales).
Por mi trabajo, me relaciono con personas mayores (viejos, les llaman algunos). Y cada día observo, tristemente, cómo viven estos “viejos”. Decir como viven, me ha costado mucho lo hago por lo de ser… “políticamente correcto”, siendo sincero, diría que llegado este punto, la persona “malvive”, casi siempre con una sonrisa de aceptación, de conformidad y resignación.
En el fondo esta persona es consciente de su exclusión dentro del entorno que siempre ha considerado suyo, el hogar, el trabajo, las amistades, la familia. Llega un momento en el que se da cuenta de que ya nada es lo mismo, el primer síntoma es cuando nota que socialmente sus hijos han dejado de ser “los hijos de”, para él ser “el padre de”, ha pasado a un segundo plano, y nota el relevo generacional, cosa normal y lógica si no fuera porque viene acompañado de una sensación de desplazamiento familiar y social, motivada por el hecho de que sus opiniones ya no cuentan como contaban antes, o son manías, achaques, tonterías…
Llegada esta etapa de la vida, pasamos, de ser parte de una familia, a ser parte de un problema familiar. Nos convertimos en EL PROBLEMA, y oímos a nuestros hijos decir en muchas ocasiones:

- No puedo tenerlo en casa, es que tengo mis hijos y mi marido/mujer, y claro...
- Es que no puedo atenderlo, yo tengo que trabajar.
- Para darle de comer, cambiarlo, bañarlo, es que yo no puedo, que también tengo cosas que hacer.
- Es que ya no sé que hacer con él, ¿y donde lo meto?
- Pues yo así no me lo llevo a casa ¿qué hago yo con él ahora?
- Estoy mirando si lo puedo meter en una residencia (asilo finamente dicho), porque yo no lo puedo atender.
- Yo no me quedo con él esta noche, que estoy cansado, si pasa algo, me llaman a casa.
- Etc…, etc…,

Y yo me quedo pensando en silencio, ¡¡que triste, llegar a esto!!, dar tu vida, tus ilusiones, tus momentos, tu descanso, tu trabajo, darlo todo, para llegar a no tener nada, ni si quiera a las personas por las que lo has dado todo.
Nos convertimos en chatarra, si, exactamente en eso, nos meten en asilos como si fuéramos coches en el desguace esperando el finiquito, a esperar la muerte.
¿Alguien ha podido pensar por un momento qué haría la sociedad con unos padres que hablaran así de sus hijos, que los abandonaran en un centro, que no quisieran llevárselos a casa?, ¿Qué pensaríamos de unos padre que dijeran que no pueden atender a los hijos porque tienen que trabajar, o porque tienen muchas cosas que hacer? Seguramente serían tachados como los peores padres del mundo, incluso como maltratadotes. ¿Qué hicieron nuestros padres cuando éramos nosotros quienes necesitábamos atención y cuidarnos, cuantas malas noches pasaron por nosotros sabiendo que al día siguiente tenían que levantarse para ir a trabajar, cuantas cosas se han perdido en la vida por atendernos?, y así, todos los días y todos los años que necesitamos de ellos. Jamás nos abandonaron en algún centro de acogida. Si alguna vez hemos estado ingresados en un centro hospitalario, deseaban que nos pusiéramos mejor para llevarnos a casa, porque deseaban estar con nosotros.
Tenemos que darnos cuenta que la vida es un ciclo, nacemos indefensos y morimos indefensos, nacemos necesitando de nuestra familia, y morimos necesitando de nuestra familia, cuando pequeños, nos dan de comer, nos acuestan, nos levanta, nos cambian los pañales, nos bañan y nos arropan porque tenemos frío, y cuando llegamos a viejos, vuelve la historia a su origen, se repite, necesitamos que nos den de comer, nos acuesten, nos levanten, nos cambien los pañales, nos bañen y nos arropen porque tenemos frío, necesitamos sentirnos acompañados; como cuando éramos niños, tenemos miedo a caernos de la cama, a la soledad, no controlamos a la hora de hacer nuestras necesidades, necesitamos, en definitiva, que se ocupen de nosotros como niños pequeños.
Qué menos que aquellos por quienes nosotros lo hemos hecho, ahora, en justa recompensa, sean quienes lo hagan por nosotros. Pero no es así, ya no somos niños monos y simpáticos, ya no hacemos gracias ni sonreímos de forma angelical, ahora somos un estorbo, un problema.

Ya ven, en aquellas etnias o pueblos, a los que muchos consideran ignorantes (tribus indigenas de selva africana o amazónica, gitanos, etc...) los viejos son virtudes de sabiduría y experiencia, por eso se les valora, se les respeta, y se les cuida. ¿Quien es más ignorante y salvaje?
Sería diferente, como dice Serrat en una de sus canciones:

Simplemente si todos
entendiésemos que todos
llevamos un viejo encima.

Ah, para mis hijos: Déjenme morir en libertad, en la misma libertad en que he vivido y sin la cual moriría de tristeza. No me encierren, déjenme morir solo si es necesario, pero con el alma llena de libertad.

Zahir.-